En la memoria arquitectónica de la Escuela Infantil Municipal Mendebaldea de Pamplona se concibe el edificio con una mirada hacia adentro. Desde fuera no se intuye esa escuela que, como decía Loris Malaguzzi, debía ser un túnel de cristal en nuestras ciudades. Solo al entrar se percibe que se orienta hacia un gran espacio central interior, con una zona ajardinada que le confiere un valor fundamental y en el que confluye el resto de dependencias de la escuela. Este espacio, que seduce a familias y visitas cuando lo ven, era la joya de la escuela; hemos tenido que descubrir lo que podía ofrecer y aprender a habitar en ella.
Todo lugar comunica sobre lo que puede suceder dentro, habla de quien lo habita y contagia una manera de vivirlo. Todo espacio grande o pequeño, más o menos luminoso, con muchas posibilidades o carencias tiene, pese a todo, la facultad de convertirse en un espacio cuidado, amable, acogedor, personal si quien lo habita lo siente como suyo.
Puedes hacer click aquí y leer, al completo, el artículo que aparece en el número 88 de la revista Aula de infantil.
Esta entrada también está disponible en: Euskera