Diferentes actividades de aula muestran buenas prácticas que preparan el cuerpo y la mente para el aprendizaje. Saber colocar el cuerpo nos predispone a estar atentos y vivos; tomar conciencia de la propia respiración ayuda al autocontrol y a la concentración; la visualización facilita la concentración, la serenidad y la buena disposición para el aprendizaje, venciendo el cansancio, el estrés y la dispersión.
Los educadores y educadoras, profesionales de la educación, sabemos que el desarrollo cognitivo –que ha centrado desde siempre la acción educativa– es importante e indispensable; pero, también sabemos que la escuela ha de incluir, naturalmente y de manera cotidiana, el trabajo espiritual y emocional del alumnado, para que pueda vivir plenamente en una sociedad cada vez más compleja, y para que se sienta corresponsable en la construcción de un mundo más justo, más solidario y más en paz, siempre al lado de los más desfavorecidos.
Puedes acceder aquí al artículo completo escrito por Eulàlia París y Pilar Coll y publicado por la revista Aula en su número 253-254.
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